Ahora Sara lo llamaba desde un rincón de la habitación. Su cara estaba pálida, sus ojos desencajados y su cuerpo sacudido por las arcadas.
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| Me muero, mi amor, sálvame. No voy a poder resistirlo. ¡Apaga las brasas! | |
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Y TobÃas soportó ver cómo su amada expulsaba un largo vómito de sangre, cómo caÃa al suelo retorciéndose de dolor y agonizaba entre gritos desgarradores.
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| ¡Está bien, ridÃculo mortal! ¡Esta vez me obligaste! ¡Vas a sentir lo que yo siento! | |
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Y TobÃas empezó a sentir en su propio cuerpo las más espantosas torturas, el tormento del fuego y el tormento del hielo, el dolor de sentir que la carne se le separaba de los huesos. Entonces Asmod
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