En el cuarto de Sara una extraña figura, traslúcida y roja como una llama, empezaba a tomar cuerpo: era Asmodeo, el Rey de los Demonios.
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| Te amo, Sara, mucho más de lo que puede querer un hijo de hombre. Serás mÃa o no seras de nadie. Si me rechazas, ningún hombre de la tierra podrá ser tu esposo: como Uriel, todos morirán | |
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Sara cayó de rodillas. Trató de rezar.
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